¿Santa Fe podría ser Medellín?
2023, año electoral. La política hace sus propuestas “mágicas” para combatir el verdadero drama que cruza la vida de los vecinos y las transforma en pesadillas cotidianas: La violencia social.
Proponen bala, mano dura, policías –más-, patrulleros – muchos- y leyes duras – “durísimas”.
El chiste es que la Policía, la Justicia y las legislaturas, hoy, son parte esencial del problema, no de la solución.
No hay banda narco – desbaratada- que no sea regenteada por oficiales jerarquizados de las fuerzas (la más importante: Causa Baigoria). El tráfico de influencias entre algunos legisladores y funcionarios de la Justicia nunca lo conoceremos – fehacientemente- gracias a la inmunidad de los fueros que garantizan la broma de la “división de poderes”
El modelo Medellin
Aparece el latiguillo, en discursos de campaña, “la provincia parece Medellín”. La afirmación es “graciosamente” falsa. En 1991, llego a sufrir 11.150 homicidios. En 2022 la cifra fue de 371 muertes violentas, en el año. Una reducción del 2.973 %, es decir, 30 veces menos. El número sigue bajando, aunque la criminalidad crece en momentos de crisis como es el que pasa, hoy, Colombia y América Latina, en general.
Medellín, con 2,5 millones de habitantes, se halla en el departamento colombiano de Antioquia.
Santa Fe, claramente, no es Medellín. Si lo fuese, hoy viviríamos un proceso de pacificación social, inclusión y salud que aún no comenzó en nuestro territorio
En las ciudades colombianas más violentas del mundo, en los 80-90, revirtieron el terror con política. Más precisamente con política social y un amplio acuerdo cultural.
Pero claro, Netflix nos muestra la Medellín, la Colombia de Escobar.
El “Patrón del Mal” caricaturiza el narco en un nombre y la historia vende.
Si en 2023 Medellín fuese el escenario de una serie, debería ser “El Patrón del Bien” y no habría actor principal, sino miles de extras, porque el intérprete del cambio de la realidad, fue el pueblo, el ciudadano, el vecino y la política – más allá de los políticos profesionales-.
¿Algún candidato se animara a decirlo, plantearlo y sostenerlo?
El Patrón del Bien
Sergio Fajardo es político. Nació en Medellín es científico de ciencias duras -matemática-, empresario y fue alcalde de Medellin por dos períodos (2004-2011) y gobernador de la provincia de Antioquía (2012-2015) y fallido candidato presidencial en 2022. En su paso por la administración pública fijó una política de Estado para combatir la violencia, en la ciudad de Medellín, basada en la Educación -como factor de determinante de inclusión social- la cultura, la participación popular en la decisión sobre el presupuesto. Si, democracia directa.
El Plan de Desarrollo 2012-2015 “Medellín, un hogar para la vida” y hoy se mantiene, en su segunda fase, PISC (Plan Integral de Seguridad y Convivencia).
La Oficina de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito -UNODC- declaró que “Medellín se ha convertido en la última década en un laboratorio de estudio e implementación de buenas prácticas en materia de seguridad y convivencia, que retan a las autoridades locales a ser cada vez más creativas en las soluciones que proponen, luego de haber probado todo lo que indican los manuales con mayor o menos éxito en cada intervención”.
En la Alcaldía de Medellín ese aprendizaje se traduce en la gestión integral de la seguridad y la convivencia que, como lo señala la Política Pública de Seguridad y Convivencia, está estrechamente ligada al concepto de Desarrollo Humano.
La planificación política de Estado
Con un liderazgo claro y contundente de su creador, Sergio Fajardo, la ciudad de Medellín y la provincia de Antioquía, establecieron las bases de una Política de Estado que hoy se mantiene, incluso, con su creador fuera de funciones. El proyecto trascendió al líder.
Imposible y absurdo seria transpolar experiencias, lo que sí es sano “copiar” es la canalización de la voluntad y el deseo de una comunidad a través de un plan ordenado, participativo y con los vecinos como participes.
La identidad, el orgullo de una provincia que no quiere ser reconocida por sus malas sino por sus posibilidades de cambio, es el motor de una planificación, detallada, en la que coincidieron distintos sectores, religiosos, culturales, políticos y sociales. Fue la política quien se hizo cargo de articular los propósitos de la comunidad.
La experiencia Medellín lo demuestra. La sociedad fragmentada y enfrentada es el río revuelto en donde mejor pescan los criminales y es la fertilidad de la violencia como costumbre, como acción, pero también re-acción.
Medellín logró bajar sus enormes índices de crimen y violencia.
Ejes de Planificación
Diseñar una línea estratégica, que aborde el tema de la violencia, está obligado a reconocer que “una sociedad equitativa e incluyente está en relación con los objetivos de políticas socioculturales y económicas vinculadas a la generación de oportunidades que permitan la satisfacción de las expectativas de desarrollo personal y comunitario”, establecía el Plan.
En procura de la generación de una cultura que asuma la equidad como condición indispensable para el progreso social y económico, esta política pública consagra cuatro programas o líneas de trabajo:
- a) Ampliación del acceso a programas de educación superior de excelencia académica para la población de menores recursos.
- b) Código de ética empresarial para la vinculación a cargos administrativos y de dirección.
- c) Estímulo al desarrollo de microempresas y cadenas productivas barriales.
- d) Jóvenes con futuro.
Medellín logró bajar sus enormes índices de crimen y violencia en base al deporte, la educación, la cultura y, sobre todo, el respeto a Políticas de Estado que llevan más de dos décadas.
La confianza en el otro
El aumento de la desconfianza de los ciudadanos entre sí y con las autoridades, es de especial importancia y refleja una significativa pérdida de legitimidad de las autoridades que debe ser atendida. Adicionalmente, no se debe poner atención sólo al tema de confianza entre las autoridades y la ciudadanía, sino también a la confianza entre los ciudadanos.
Es requisito para la concertación y condición de posibilidad de acciones colectivas que jalonen el desarrollo. Esta política pública entiende que, para mejorar la confianza en las autoridades, es necesaria una percepción de transparencia (no corrupción) y eficacia en la atención y solución de los problemas que la ciudadanía tramita por las vías institucionales – Estado-.
“El fenómeno de la confianza de los ciudadanos y el respeto recíprocos entre las autoridades y los vecinos, aumenta la probabilidad de acciones conjuntas eficaces y duraderas para construir procesos sociales que contribuyan a superar la violencia”.
Estos ejes profundos del Plan Medellín, han priorizado la inversión social en educación, cultura y entretenimiento. Por encima del plomo, la construcción de cárceles y la judicialización de todo conflicto entre personas.
La participación ciudadana en el control y en la gestión del Estado es primordial en este plan que lleva algo más de una década en Medellín.
fuente: EL LITORAL