
Por Leonardo Rolón -8 septiembre 2025
Axel Kicillof salió fortalecido de las elecciones bonaerenses con una victoria arrasadora que dejó en crisis al Gobierno de Javier Milei: el peronismo resurge y el gobernador se posiciona como el principal candidato presidencial para 2027
Un escenario que cambia de manos
Las recientes elecciones bonaerenses dejaron un resultado claro: Axel Kicillof se convirtió en el gran ganador de la jornada, mientras que Javier Milei y su espacio, La Libertad Avanza (LLA), enfrentaron un duro revés que marcó el primer gran plebiscito a su gestión. Con una participación ciudadana más alta de lo esperado, quedó en evidencia que el desencanto social no se expresó en abstención, sino en un voto castigo hacia el Gobierno.

El dato central es que el gobernador bonaerense no solo revalidó su liderazgo en el distrito más populoso del país, sino que además consolidó un perfil presidencial que lo proyecta hacia 2027. La jugada estratégica del desdoblamiento electoral —criticada en su momento dentro del propio peronismo— terminó siendo un acierto político que permitió capitalizar el desgaste del mileísmo y fortalecer a la principal fuerza opositora.
Este resultado no es un hecho aislado, sino parte de una dinámica histórica de la política argentina, donde la provincia de Buenos Aires suele ser la llave del poder nacional. Desde Juan Domingo Perón hasta Néstor Kirchner, pasando por Raúl Alfonsín y Carlos Menem, la capacidad de articular un proyecto nacional con respaldo bonaerense ha sido determinante. En esa línea, Kicillof aparece hoy como la figura que logra sintetizar el peso territorial del PJ con un liderazgo que trasciende lo local.
El fracaso libertario: del encanto al desencanto
Javier Milei llegó a la presidencia con un discurso disruptivo que prometía arrasar con la “casta” política. La imagen de la motosierra se convirtió en un ícono de campaña, mientras que las expectativas de cambio económico dieron sustento a su estilo agresivo y confrontativo. Sin embargo, a pocos meses de gestión, esa narrativa comenzó a desmoronarse.
El Gobierno no pudo mostrar mejoras palpables en el bolsillo de los ciudadanos. La inflación desaceleró, pero no alcanzó a traducirse en una recomposición de ingresos. El dólar, lejos de bajar como se había prometido, se mantuvo en niveles altos, el riesgo país superó los 900 puntos y las tasas de interés asfixiaron la actividad. El escándalo en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) golpeó la credibilidad del oficialismo en su bandera anticorrupción.
El electorado, que en 2023 había depositado expectativas en Milei, ahora le dio la espalda. Las elecciones locales ya habían mostrado un patrón de derrotas para LLA, con excepción de la Ciudad de Buenos Aires. Pero lo ocurrido en Buenos Aires marca un punto de inflexión: la motosierra pasó de símbolo de esperanza a recordatorio de promesas incumplidas.
El desdoblamiento: la jugada maestra de Kicillof
La decisión de desdoblar las elecciones bonaerenses no fue sencilla ni pacífica dentro del peronismo. La propia Cristina, la Cámpora y algunos sectores kirchneristas dudaban de la estrategia, mientras que otros dirigentes temían que el desdoblamiento expusiera al PJ a una derrota temprana. Sin embargo, Kicillof sostuvo su postura con firmeza y terminó demostrando que el cálculo era correcto: separar la elección bonaerense del calendario nacional permitió construir una campaña más territorial, centrada en las necesidades de los bonaerenses y menos contaminada por la dinámica nacional.
El resultado fue contundente. El gobernador logró blindar la Legislatura provincial, reducir tensiones internas y consolidar su figura como líder del peronismo. Mostró carácter para enfrentar a un partido tan verticalista como el PJ y, sobre todo, capacidad para interpretar el momento político. En contraste con el discurso distante del mileísmo, Kicillof puso el foco en la gestión cotidiana, en la cercanía con la gente y en la construcción de una identidad bonaerense con proyección nacional.
El peronismo y el mito del Ave Fénix
La política argentina ha demostrado una y otra vez la capacidad del peronismo para reinventarse. Tras la derrota de 1983 frente a la UCR, el PJ se reorganizó y volvió al poder con Carlos Menem en 1989. Luego de la crisis del 2001 y el derrumbe del menemismo, el kirchnerismo reconstruyó la identidad peronista con Néstor y Cristina Kirchner. Más recientemente, después del fracaso del gobierno de Alberto Fernández, muchos anticipaban una etapa de irrelevancia para el PJ.
Sin embargo, el triunfo en Buenos Aires muestra que el peronismo, lejos de ser un movimiento acabado, tiene la plasticidad necesaria para adaptarse a los nuevos tiempos. Kicillof se convirtió en el vehículo de ese resurgimiento. Su figura logra articular el respaldo de los sectores kirchneristas, el acompañamiento de referentes como Cristina Kirchner y Sergio Massa, y la adhesión de gobernadores e intendentes que ven en él una alternativa confiable para ordenar el futuro del partido.
// El peronismo logró frenar a Milei en la Provincia de Buenos Aires
El peso histórico de Buenos Aires en la política nacional
a provincia de Buenos Aires concentra casi el 40% del padrón electoral del país. A lo largo de la historia, ningún presidente pudo sostenerse sin un sólido respaldo en este distrito. Alfonsín en 1983, Menem en 1989 y 1995, Kirchner en 2003 y Cristina en 2007 y 2011 entendieron que el triunfo bonaerense era condición necesaria para la proyección nacional.